Un Completo Desconocido (Reseña)

Desentrañando a Bob Dylan con presteza cinematográfica.
Robert Allen Zimmerman puede ser un nombre que no suene pero si se aclara que se trata de Bob Dylan, las ramificaciones conceptuales y simbólicas se muestran. La importancia del nacido en Duluth, Minnesota es tal que su sola mención moviliza masas de todas las generaciones, de todos los gustos y de todos los estilos.
55 álbumes de estudio, varias revoluciones musicales en su haber, 1 Premio Nobel (quizá el más polémico de todos los tiempos), son algunos de los componentes de una de las carreras fundamentales de la historia, siendo así mismo un gran reto para quien abordar toda una vida a la pantalla grande y que al mismo tiempo no perezca en el intento.
Las dudas que genera esto último son fundadas y cuando se anunció que James Mangold (Logan, Walk The Line, Ford v Ferrari) había convocado a Timothée Chalamet (Wonka, Dune Part II, Hasta los Huesos) para encarnar a la leyenda, no había más que reservas e incluso, algunas críticas tempranas que siempre asoman. Pero ¡vaya sorpresa!, Un Completo Desconocido no solo cumple sino que es una gran oportunidad para acercar al público general a una parte importante de la cultura popular.
Ambientada en la influyente escena musical de Nueva York de principios de los años 60, es retrato del meteórico ascenso de un desconocido Bob Dylan, un cantante de folk de 19 años, hasta las salas de conciertos y lo más alto de las listas de éxitos. Sus canciones y su mística se convirtieron en un fenómeno mundial que culminó en 1965 con su rompedora actuación de rock eléctrico en el Newport Folk Festival.
Es indudable que James Mangold es un director hábil, talentoso, con una gran capacidad para llevar a un alto nivel los aspectos técnicos y actorales con los que cuenta. Como se vió en Walk The Line, Mangold lleva a Chalamet a encarnar con total entrega al cantautor, algo que también consiguió con Joaquin Phoenix al interpretar a Johnny Cash, curiosamente 2 décadas antes de Un Completo Desconocido.
El realizador que también cumple a cabalidad el rol de productor y que entrega un guión efectivo junto a Jay Cocks (trasladando lo que Elijah Wald entregó en el libro Dylan Goes Electric!), selecciona momentos cruciales en los inicios de Dylan, permitiendo que el gran público conozca una faceta más global del ser humano que decidió fundirse en su figura musical.
Hay que destacar que se acierta al elegir el estos primeros años para plasmarlos en 141 minutos que dejan secuencias memorables. Conocer al Bob Dylan que prefería alejarse pero que también buscaba llevar la voz de una generación inquieta que no quería guerras y quería trastocar el statu quo. Un Bob Dylan que tenía su lado irresponsable en cuanto a lo sentimental y que también demostraba devoción a sus héroes, como cualquier otro individuo.
La fotografía ayuda a transportar al espectador a aquellos años, con estampas retro que se disfrutan inmensamente en pantalla grande. El diseño de producción es excelente y junto con una gran labor en vetuario a la vez que maquillaje además de peinado, construyen una grata aproximación a esa época.
Aunque algún cast no se asemeja tanto a los personajes reales, la mayoría si que realmente tiene un parecido impresionante, cada uno con un peso que aporta con justicia a la trama. La clave para conseguirlo está en las excelentes actuaciones que aporta cada actor involucrado.
Dan Fogler (Animales Fantásticos y como Encontrarlos) en la piel de Albert Grossman, Boyd Holbrook (The Bikeriders) como Johnny Cash o Charlie Tahan (Ozark) como Al Kooper, aunque de corto tiempo en pantalla confirman la importancia del reparto para hacer de sus escenas algo increíble.
En los secundarios no se puede pedir mejor elenco; Edward Norton demuestra que es uno de los grandes actores de los últimos 30 años regalando una actuación cálida como Peter Seeger, figura del folk estadounidense que será guía para el protagonista y que merece las nominaciones que reciba en las grandes premiaciones; Elle Fanning hace un buen trabajo como Sylvie Russo, talentosa artista que vivió el lado más cansino del cantante, todo a través de una sencillez y auténtico cariño que la actriz sabe transmitir.
Aparte se debe mencionar a Monica Barbaro (Top Gun: Maverick) que no solo logra un parecido impresionante en lo físico con Joan Báez, sino que muestra su faceta como cantante. Es una delicia escuchar la voz de Barbaro y todavía más cuando no desentona con la figura histórica que es Báez, una de las primeras mujeres que se ganó su lugar en un contexto en el que los exponentes eran mayormente hombres. Merece todos los reconocimientos que se le otorguen.
Por su parte, Timothée Chalamet hace quizá la mejor actuación en su carrera (hasta el momento). El compromiso del actor ha sido tal que ha ganado peso para asemejarse lo más posible al compositor, mismo caso al ofrecer muestras de su habilidad al tocar la guitarra, la armónica y obviamente al acercar sus interpretaciones vocales al tono y estilo de Bob Dylan. Realmente se transforma, adopta como suyos su manera de hablar, de comunicarse gestualmente y hasta en la forma que tenía de tocar. Chalamet aleja cualquier cuestionamiento a su talento y reafirma su lugar como uno de los mejores actores de su generación.
Dato curioso: de ganar el Oscar a Mejor Actor, el protagonista se convertirá en el más joven en alzar dicho galardón.
Si bien hay muchos aspectos de aplauso, lo cierto es que esta biopic no se aleja de lo que uno podría esperar de este tipo de cintas. Aunque no exista como tal una caída en la historia, si que se ciñe a seguir el esquema de los filmes que tocan la iniciación, dejando para el clímax ESE MOMENTO en el que el artista se convierte en LA LEYENDA.
Uno de los puntos que pueden señalarse y hasta acusar de este largometraje es que hay canciones que se cortan de golpe o hay escenas que muestran el origen de alguno de los tantos clásicos del repertorio de Dylan que se cortan y no terminan por explotar.
Un Completo Desconocido no va a revolucionar las biopics pero si que se posiciona como una de las mejores películas del 2024, demostrando que sin necesidad de pirotecnia visual se puede conseguir que mucha gente pueda acercarse a un exponente como Bob Dylan.